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sábado, 2 de julio de 2011

Bad things come back today.


Haven´t thought of it since 6 years ago. That monster that used to live within me is back. A spark, that would be it. I see it differently now anyway. The floor turns red, no more pain. Childhood’s gone and life doesn’t seem to get any better. I can see just the little things that they say are worth living. What for? What about the great things? What about love and changing the world? Not for me, I guess. And I go back to black, or red. What the fuck is wrong with all this? Who am I? Why am I less? “If only hearts didn’t have to fall”, right? But that answer is not enough. Why should I be scared? After all it’s just another step and, come what may, it can’t be worse than this. In some minutes, it will be decided: should I fall or be my own saviour?
“Yeah, you’d bleed just to know you’re alive”.

martes, 8 de marzo de 2011

Detrás De Las Sonrisas

Se aferraba a ficciones que le daban esperanza, pero no se daba cuenta de que se desesperaba haciendo cosas que no sostenían nada. Para cuando lo entendió ya era demasiado tarde: una vez que le damos la mano a algo es muy difícil soltarse. Creyó (o quiso creer) que esta vez se le haría más fácil volver a la superficie, aunque sabía que estaba tocando fondo. ¿Podría alguna vez entender que el amor cuando golpea lo hace por knock-out?

Llantos incontrolables que se ocultaban debajo de su máscara con una sonrisa deslumbrante y gritos desaforados que lograban mimetizarse con su risa de ternura no dejaban ver al mundo qué tan destruido estaba. Quería revelarles lo que pasaba por su mente pero le daba miedo alejarse aún más de lo que más quería. Se envolvía en un manto de ficción, en una vida fingida y una rutina sin sentido; la monotonía que lo chocaba cada vez más igual.

Y cada vez que él pasaba no podía evitar sonreír: volver a fingir que no sentía más que simpatía. Se limitaba a sus fantasías por el miedo a que el mundo sea tan cruel como lo imaginaba. Se conformaba con las sonrisas que él le dedicaba, con las palabras que él le dirigía y con las miradas que entre ellos se cruzaban: simples endorfinas del amor. Era su droga favorita, y cada vez se volvía más adictiva. Para él la única forma de escarpar era adentrarse todavía más. Y cuando él estaba volvía a ser feliz, volvía sonreír sin fingir. Volvía a aferrarse a ficciones que le daban esperanza.


 
Cómo duele volver a tropezarse con esa vieja piedra. 

domingo, 5 de diciembre de 2010

Beautiful Imperfection

Tu vida puede tener muchas imperfecciones, pero nunca va a dejar de ser hermosa. 
Todo está en vos.
Acordate de sonreir.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Russian Roulette

Cada vez menos palabras, cada vez más hojas en blanco. No sabe si tiene la mente en blanco o con muchos temas dando vueltas y vueltas, cada vez más borrosos. Mil lágrimas cayendo y duda cual secar primero. Dudas o falta de voluntad, ya ni sabe lo que es, ni quiere saber. Su habitación se agranda, pero el espacio es cada vez más pequeño. ¿Alguna vez sentiste asfixiarte mientras veías como el mundo se hacía cada vez más imposible? Yo sí. Disculpen, él sí.

Su mente ya no está en blanco, pero es todo muy confuso. Mil cosas pasando a la vez ante sus ojos. Los fracasos, la decisiones incorrectas, los secretos. Ver el asco en la cara de su padre si supiese lo que él es. El rechazo de sus amigos y las miradas de la gente si pudiesen verlo sin disfraz. Y siente una vergüenza que nadie debería sentir siemplemente por ser lo que se es. Siente asco.

Y de repente se le ocurre una idea, macabra, pero una solución a sus problemas: dejarlo todo a la suerte. Plan uno: enfrentar todo y a todos, pase lo que pase. Plan dos: que el plomo se encargue de las miserias.
Si siempre toma malas decisiones lo más sabio sería dejar de decidir, el azar puede hacerlo por él.
Toma el revólver S&W que su padre guarda en el cajón de las medias y vuelve a su habitación. Saca 5 balas del barrilete de 6, lo gira y lo vuelve a cerrar. Se sienta en el piso contra la pared y apoya el revólver en el suelo. Ruleta rusa. Un disparo a la pared, otro a su cabeza. Toma el revólver y lo hace girar. Gira y gira hasta que el cañón se detiene en él. El primer disparo a su cabeza, el siguiente a la pared, y así.

Apunta a su cabeza. Respira hondo. Dudas y miedos. Aprieta el gatillo. Click. Nada.
Apunta a la pared. Después tendría que explicar por qué había un hueco en la pared. Click. Nada.
Apunta a su cabeza. Le tiembla el pulso. Respira agitado. Cierra los ojos. Click. Nada.
Apunta a la pared. Esta vez con más convicción. Aprieta. Click. Nada.
Sólo quedan dos balas. Llega el momento definitivo: vivir o morir. Enfrentarse a todo o rendirse. Esta vez apunta al corazón, ese maldito corazón. Cierra los ojos. Aprieta los dientes. El corazón le late fuerte y rápido. Tiembla. Su pecho se agita. Una lágrima. Es ahora. Bang. Nada más. Ahora su mente sí está en blanco.
Dejar todo a la suerte puede ser un juego peligroso.

lunes, 16 de agosto de 2010

An Idler's Dreams

¿Alguna vez sentiste a tu vida estancarse en un sólo lugar? Los miedos que te paralizan y la ausencia de la voluntad cada vez se hacen más notables. La espera se alarga y la ansiedad se fortalece. ¿Cuántos días se fueron y cuántos quedan por resistir? ¿Cuántas horas? 

Odio cerrar los ojos e imaginar vidas alternas. Odio querer cerrar los ojos para imaginar vidas alternas. Odio saber que nunca se harán realidad. Ayer imagine encontrar el amor que me falta y que todo era 'perfecto'. Hoy imagine ser un héroe que hace lo que nadie más se anima a hacer y hace falta. Recuerdo un sueño en el que me acostaba en una cama sabiendo que era la última vez que cerraría mis ojos, pero no importaba morir, lo hacía con dignidad y una sonrisa en el rostro. Sólo quedan sueños que dan pereza seguir, pues las esperanzas de alcanzarlos se extinguieron como se extinguen las estrellas más antiguas, más débiles. Lo noto porque nunca quiero imaginarme a mí mismo en la realidad. Sé que no hace falta imaginar si hay realidad, pero entonces ¿para qué imaginar? ¿Por qué hacerlo?

Ahora pienso: ¿por qué conformarse con eso? Y es que me conformo con eso, con sueños e ilusiones que se alejan cada vez más de lo que es real. Cada vez me acurruco más en un ricón y me enfrento contra la furia de lo que es mi propia vida, me encierro entre cuatro paredes que se achican más y más. Y ése es mi hogar: un espacio tan pequeño que se va quedando sin lugar para mí mismo. Quizás es por eso que me invento vidas alternas.

Entre tareas, reflexiones y canciones llegué a la conclusión de sentirme un idler en esta vida. No estoy seguro de encajar con la palabra en español, pero me siento más identificado con el término en inglés. No creo estar bien, pero encuentro comodidad en la conformidad, y la voluntad de hacer algo al respecto se desvanece. Me siento demasiado perezoso para reconstruir mi vida, o construir. Y aunque revuelva y revuelva en mi corazón congelado no encuentro ni siquiera las ganas de decidir hacer algo. Simplemente me conformo con terminar este texto con un simple final abrupto.

viernes, 21 de mayo de 2010

Espejos

Lluvias de agosto y angustia de sábado por la noche. Como cada vez antes de salir a bailar, revisaba su guardarropa para ver qué se pondría. Mil y una veces se probaba distintas ropas frente al espejo. Odiaba que todo le quedase horrible. Odiaba estar horas y horas arreglándose para que se le queden mirando como a un monstruo. Odiaba el espejo y cómo se veía en él. Odiaba ser gorda.
Al fin había elegido lo que llevaría puesto esa noche cuando se mira nuevamente en el espejo. La forma en que se veía era horrible. Se encogió en el suelo a llorar. Nunca entendería por qué tenía que ser así. El peor de los males es siempre el que está dentro de uno mismo, ella era su peor enemigo.
Los sueños rotos que su fealdad no le iba a dejar cumplir le retumbaban fuertes dentro de su cabeza. Apretó sus dientes emitiendo un grito hacia sus adentros. Cada vez más lágrimas caían en el suelo. Levantó la vista hacia el espejo otra vez y miró con repulsión su reflejo.
Se dirigió hacia al baño, cerró la puerta detrás suyo y abrió la ducha para que nadie pudiera escucharla. Se arrodilló frente al inodoro y deslizó sus dedos hasta su garganta. A veces se preguntaba por qué lo hacía. Otras veces odiaba tanto su apariencia que no le importaba. Otras, se odiaba tanto a sí misma que le hacía sentir bien el daño que se hacía.
Luego, lavó sus dientes, se perfumó y se maquilló. Se miró una última vez en el espejo y creyó verse un poco mejor. Con una sensación de vacío en su interior y en su alma, bajó las escaleras para irse, no sin antes saludar a su mamá. Luego se fue. En ese momento su madre se preguntó por qué estaba tan flaca, tan esquelética. Pues es por lo que hacía en consecuencia de cómo se veía frente a los espejos. Sí, su peor enemigo era ella misma. Era ella quien se veía como no quería ser, quien sentía repulsión por lo que era, quien se hacía daño por su odio a sí misma. Y cuando se desnudaba frente al espejo veía un reflejo que no era el suyo, sino que era el reflejo de lo que sentía por ella misma.
Curioso resulta que mientras salía de su casa se ponía los auriculares del MP3 para escuchar un poco de música, en especial un consejo que le daba Pedro Aznar en una de sus canciones: “Nunca te desnudes frente a espejos que deforman”. Le encantaba esa frase pero nunca había seguido ese consejo. Continuaba desnudándose frente a los espejos que más deforman, los peores espejos a los que podría alguna vez enfrentarse: sus propios espejos.

-Leandro Gómez.
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viernes, 30 de abril de 2010

Dejar Los Cables Dormir.

Resulta curioso con qué facilidad se nos escapa la vida de nuestras manos. En un segundo está todo, al otro ya no hay nada. Quedan sólo recuerdos, dudas y miedos. Queda abandono, soledad y tristeza. Pienso en lo que pudo haber sido si los hechos se hubieran dado diferentes. Y me quedo en esos pensamientos, me hundo cada vez más en esas historias de ficción que invento para escapar de la realidad, porque extraño lo que se fue. “Lo que se fue”. Ni siquiera me animo a enfrentarlo y decir exactamente qué es lo que se fue. Me duele incluso decirlo.
Es tan natural, tan normal. Aún así le temo. Es el fin de lo que amo tanto. Es extrañar en carne viva. Es la muerte. La muerte de lo que ama este corazón. Mi muerte, tu muerte. Su muerte. O mejor dicho mis muertes.
Y entonces me atrevo a decirlo:”Se murió”. Se fue, ya no está. Caigo en la realidad que me atropella tan fuerte y tan rápido. Caen lágrimas. Mi garganta se cierra, mi corazón se achica. Mi estomago se endurece. Mis piernas y brazos se desvanecen, pierden su fuerza. Mi pecho se agita y toma fuerza: quiere gritar. GRITAR. Gritar de rabia, de dolor. Gritar preguntas que no tienen respuestas. Respuestas. Si tan sólo las hubiere, tal vez se aliviase el pesar.
Y vuelve la rabia con Ése que nos hace humanos, que nos hace tan frágiles. Le reclamo respuestas que no otorga. Le amenazo con odiarlo por el resto de los días, y aún así no contesta.
Luego bajo los brazos, pues me doy cuenta de que es en vano. Sin embargo no es la única “epifanía”: de repente veo que extraño su vida, pero aún tengo la mía. Tengo que superarlo y continuar el camino. Cortar las cadenas de lo que fue y lo que pudo haber sido. Pronto es, pero necesario en fin. Y tratar de no confundirme: no debo olvidar, debo recordar, pero mirando hacia el frente y caminando. Hay tiempo, pero el mundo sigue girando, la carrera está aún en acción y no debo quedarme atrás. No puedo quedarme atrás. Por él. Por ellos. Por mis muertos.


Dedicado a aquellos que se han ido y a aquellos que se quedan aquí, que con fuerza intentan dejar los cables dormir.

Leandro Gómez.

martes, 13 de abril de 2010

Ese Lugar

No recuerdo bien como fue que llegue hasta acá, ni siquiera sé si llegue o siempre estuve acá, sólo sé que no es mi lugar. Siento que no estoy en donde pertenezco. Tal vez fue así desde que nací, el sentir que debo estar en otro lugar en donde sienta que este bien ser quien soy y no tenga que demostrar cosas que no pertenecen a mi esencia.
Es ser tan diferente al resto o ser tal vez el único cuerdo, o podría ser al revés, ¿estaré loco?
Estar loco se me hace tan racional en este momento, pero se que no puedo padecer tal locura, se que existe un lugar para mi, lo se porque estuve ahí, porque pude sentir que no había prejuicios, que no era el único así. Podía sentir que por primera vez pertenecía plenamente a todo, podía sentir la comodidad de un hogar.
¿Pero como regresar? Tal vez con una soga al cuello. No, ni pensarlo, ese no soy yo. Estaré en un lugar que no comprende mi ser, estará mi entorno en contra mío, pero no mi alma, la que me hace fuerte, valiente, pudoroso quizás, la que me hace seguir, luchar, levantarme luego de cada caída, la que me hace ser quien soy.

Este infierno está apagándose, siento que es el momento indicado, un gran cambio se acerca y tengo que tomar el tren que me acerca a mi lugar, a mi hogar.
Es hora de partir, tengo que saltar. Rendirse no esta en mis planes, sólo reír y vivir. Es hora. Me tengo que despedir. Nos vemos allá si es que perteneces a donde yo lo hago, y si no simplemente adiós, adiós...

domingo, 28 de marzo de 2010

Imaginarium

Imaginarium

Un golpe en la cabeza me despertó tirado en el suave pasto bajo la sombra del Árbol de la Vida. Al parecer una fruta del árbol había caído sobre mi cabeza. Sorprendentemente no estaba molesto, más bien alegre de tener, entonces, en mis manos una fruta tan deliciosa, sin mencionar que podía ver el sol que brillaba color anaranjado un poco más arriba del horizonte, combinando con el cielo amarillo (al parecer estaba amaneciendo, aunque no podría haber estado seguro, pues en Imaginarium los paisajes eran distintos cada vez). Esa vez eran campos lomados de pastizales verde petróleo y flores con forma de mariposas que cambiaban su color a cada segundo, de una belleza extraordinaria realmente. Bien alto en el cielo, centenares de pajaritos que volaban y cantaban a la vez, haciendo piruetas admirables para tan pequeños animalitos. Nunca en mi cuerda vida había disfrutado de tan increíble escenario.
Recostada a mi lado se encontraba Dalila, mi amada compañera, que aparentemente recién se despertaba. Su larga cabellera roja con mechones azules siempre resplandecía ante mis ojos. Recuerdo la primera vez que la vi, cuando entré al pabellón D, donde allí estaba sentada con la mirada perdida hacia la nada. Esa misma noche la llevé a conocer Imaginarium. Asombrada ante todo a su alrededor, me hizo escuchar por primera vez su voz, tan melodiosa, tan musical (de hecho creo que solo la he oído hablar en Imaginarium). También fue la primera vez que la vi correr, bailar, saltar, cantar e incluso reír (creo que también sólo hace eso en Imaginarium). Lo cierto es que fue amor a primera vista.
Volviendo a donde estaba, se sentó sonriente a un costado mío y compartimos la fruta del Árbol de la Vida. Jugosa y deliciosa como ninguna fruta fuera de Imaginarium. Sin previo aviso, se largó a llover. Me encanta la lluvia en ese lugar: pequeñas gotas de cristal que caían sin nubes y hacían todo más brillante. Dalila y yo nos levantamos del suelo y fuera de la sombra del árbol, nos abrazamos y nos besamos. Al cabo de unos minutos nos separamos, extendimos nuestros brazos, miramos hacia el cielo, cerramos nuestros ojos, abrimos nuestras bocas y saboreamos el gusto de la lluvia. Tenía un sabor dulce que hacía estremecer cualquier paladar: una mezcla de durazno y una fruta de sabor indescriptible que sólo crecía en Imaginarium.
De repente, el agua de lluvia tomó un sabor entre amargo y ácido, algo así como el gusto de un cóctel de humo, tabaco, tierra y algo que no llegaba a distinguir pero que sabía horrible. También las gotas de lluvia se volvieron más grandes, golpeando fuerte. Abrí los ojos y vi el cielo cubierto de oscuras nubes grises que relampagueaban. Miré hacia abajo y bajé mis brazos desilusionado: ya no había más lomadas de pastizales y flores extraordinarios, ni pajaritos que revoloteaban con tal gracia, ni árbol con deliciosas frutas, ni Dalila llena de vida. Ahora en cambio había un patio de barro delimitado con rejas adelante y un imponente edificio gris donde solía estar el Árbol de la Vida. Dalila estaba parada a mi lado, otra vez catatónica, con la mirada perdida en la nada. Empapados los dos, muertos de frío. Estas cosas no pasaban en Imaginarium, ya no estaba en Imaginarium, estaba de vuelta en la Ciudad de los Locos, aunque creo que ellos le llamaban Buenos Aires, mas de buenos aires no tenía nada. Para ser más específicos estaba de vuelta en el manicomio.
Loco me decían a mí por escapar de ese lugar y crearme un mundo nuevo, pero más locos estarían ellos por no creárselo. Muchas veces me pregunté qué tenía de bueno estar cuerdo en la realidad. No entendía por qué intentaban “curarme”. Prefería estar loco en Imaginarium que cuerdo en la Ciudad de los Locos.
Ya estaba llorando una vez más. Quería volver a Imaginarium.


Leandro Gómez.

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domingo, 14 de marzo de 2010

Melancolía II


A veces me encuentro a mi mismo creyendo saber lo que quiero, otras veces me encuentro tan confundido que ni siquiera pienso mis pensamientos. Cuando creo estar bien todo me tira abajo y cuando sólo hay oscuridad una esperanza nace dentro de mí, pero vuelve a fracasar en el intento de equilibrar esta pseudo vida.
Cansado, aturdido, molesto y confundido. Quiero irme lejos, quiero escapar. Olvidar de donde vengo y muy alto poder volar.
No tengo una enfermedad contagiosa, sólo un vacío en mi interior, una soledad creciente que no me deja seguir, que no me deja alcanzar el cielo azul. Situciones inesperadas que parecen cambiar mi realidad terminan siendo sólo el destello de falsas esperanzas.
Cansado, aturdido, molesto y confundido. Quiero irme lejos, quiero escapar. Olvidar de donde vengo y muy alto poder volar.

Un hermano, un amigo. Un amor, un camino.

sábado, 6 de marzo de 2010

Misunderstood


Nunca nadie me enseñó qué hay que hacer cuando hay demasiado caos, cuando no podés otorgar más que decepción, cuando tenés vergüenza de ser lo que sos. Esta vez se me fue todo de las manos, y nadie parece entender que hago lo que puedo y aunque haga mi mayor esfuerzo sólo logro destruir todo lo que puedo crear. La gente me pasa por arriba y pisa cada vez más fuerte. ¿Por qué me cuesta tanto vivir cuando debería ser más simple? ¿Es que no sé vivir? Si alguna vez sentiste odiar tu vida, si tuviste ganas de gritar lo más fuerte posible, si sentiste que te arrancaban el alma, si nunca fuiste lo suficientemente fuerte para sostener tu vida entonces esta vez no seré malentendido. Miro hacia atrás y sólo me veo con falsas esperanzas. Me destruye pensar que siempre va a ser así.


Hoy todo el drama que alguna vez me hizo llorar se mezcla para dispararle a mi corazón, las lágrimas caen una y otra vez y se me hace tan familiar. Grito y grito y cada vez que lo hago siento un estallido en el corazón que me dice que ya no aguanto más. Esta máscara ya no oculta la tristeza ni me ayuda a cargar con el peso de mi realidad. Necesito un Dios que me explique por qué esta vida es así.

domingo, 21 de febrero de 2010

Gabriel

Hacía al menos un mes que los seguía a escondidas, cada vez que iban al parque, a los juegos, al cine o incluso a hacer las compras. Era el año 1990 y Gabriel ya estaba viejo para esas cosas, pero sabía bien que si no era ahora ya no podría ser nunca. Era muy pronto para pedir disculpas aunque hacía ya 12 años de lo que les hizo. El problema es que si seguía postergándolo más iba a ser demasiado tarde.

Sólo podía seguirlos porque hasta entonces no se animaba a hablarles, ni siquiera podía presentárseles porque Verónica lo reconocería. ¿Cómo olvidar la cara de ese hombre? Ese hombre que les arrebató lo que tanto amaba.

No, no lograba juntar valor suficiente. Se quedaba simplemente vigilándola a ella y a su hijo de 12 años, Joaquín, esperando que llegase un momento apropiado para hacerlo, aunque momento apropiado para eso no había, sólo tenía que hacerlo.

En uno de estos días, rogándole a Dios que le de fuerzas para enfrentarlos y decirles lo arrepentido que estaba por todo lo que había hecho, por todo lo que les trajo, los siguió de camino a casa. Frustrado por un día más sin haberse animado, se quedó unos minutos más como si de verdad creyese que iba a golpear la puerta para pedir perdón. De repente sintió que algo andaba mal. De las ventanas abiertas y de entre las persianas de madera salía un espeso humo negro y un aplanador olor a telas y madera quemadas. De inmediato un resplandor naranja se veía flameante desde el interior. La casa estaba ardiendo en llamas bajo ese caluroso sol de verano de Buenos Aires. Gabriel dudó al principio, pero no podía dejarlos atrapados dentro de la casa, no podía abandonarlos y herirlos una vez más, no iba a permitir que el fantasma de lo que fue se apoderara de él. Así fue que arremetió contra la puerta y se adentro en la humareda y las llamas en busca de Verónica y Joaquín. Enseguida el humo comenzó a marchitarle aún más los pulmones y el calor a curtir su piel. Buscando entre esa densa nube negra y cegadora los encontró: ella con miedo en el rostro y con él en sus brazos inconsciente, rastreando alguna salida de las llamas. Evitando el fuego los condujo hacia una salida fuera del infierno. Al salir se escuchaban las sirenas de los bomberos y la ambulancia que acudían al incendio. A Gabriel le costaba trabajo caminar, pero sobre todo respirar, y como ya había logrado ponerlos a salvo se dio el lujo de desmayarse. Se apagaron las luces parpadeantes y los ruidos insoportables del fuego devorando un hogar.

Abrió los ojos. Una luz lo encandilaba. Estaba un poco adormecido, pero escuchaba perfectamente a los doctores que trabajaban con él sobre una camilla en la sala de urgencias para ayudarlo. Miró alrededor y vislumbró entre los demás médicos a Joaquín en otra camilla siendo atendido.

Entonces la vista se le empezó a nublar y antes de darse cuenta volvió a desvanecerse.

Cuando volvió en sí los doctores ya habían terminado con él, y parecía que también estaban terminando con Joaquín. Se sintió aliviado cuando vio que estaba bien. Se sentó en la camilla justo a tiempo para ver a Verónica cuando entraba a la habitación. Los doctores le informaron el estado de su hijo. Aliviada y feliz, buscó la figura del hombre que los había rescatado de entre las llamas, pero su sonrisa se borro de su rostro cuando vio aquella cara conocida con la que soñaba veces, aunque más que sueños eran pesadillas. Por más que hoy en día esa cara esté curtida por el paso de los años ella no la olvidaría ni la confundiría nunca. Se le acercó lentamente, mirándolo a los ojos, tratando de entender qué estaba haciendo allí. Al instante lo comprendió: sus ojos llenos de lágrimas dejaban ver su alma arrepentida.

Verónica se paró al costado de su camilla y Gabriel le comenzó a hablar con la voz quebrada y afónica:

- Estaba ahí para pedirles perdón. Perdón por lo que le hice a Emanuel y…

- No-interrumpió Verónica con expresión que demostraba odio y repulsión, rencor y dolor-. Nunca.

Se dio media vuelta y separó la camilla de Gabriel de la de Joaquín por una cortina. Gabriel no respondió, sabía que tenía razón. No sabía porque había creído que lo que había hecho tenía perdón.

12 años atrás, cuando cumplía ordenes como militar durante la dictadura, Gabriel disparó sin misericordia a matar a un hombre, un padre y esposo de familia, frente a su esposa y su hijo nacido hacía tan sólo unas semanas. Emanuel se llamaba. Así había destruido una familia, apagado esperanzas y causado dolor. De todas las veces que había asesinado, secuestrado y torturado nunca pudo olvidar esa vez. Ese grito de dolor de aquella mujer que perdió su ser amado y el llanto desesperado de un bebé que acaba de ser despojado de su padre. Lo aterrorizaba ese recuerdo, y no sólo en sueños, también cuando despierto miraba los ojos de un niño o el rostro de una novia. Era cierto aquello que decían, que la memoria es el arma más fuerte contra ese terror que algunos llamaban “el proceso”. Pues era la memoria lo que lo mataba por dentro. Mientras que por fuera no sólo su edad lo acercaba a la muerte.

Aunque no había reaccionado inmediatamente, las palabras de Verónica lo habían alterado. Comenzó a sentir una agitación en el pecho que le impedía respirar. El oxígeno que le dieron los médicos no lo ayudaban, y cada vez que tosía salía sangre de su boca. Los doctores acudieron de inmediato pero poco pudieron hacer por él. Estaba muerto.

El humo terminó lo que el cáncer pulmonar había empezado tiempo atrás. Se lo diagnosticaron un año antes de su muerte. Fue allí cuando cayó en la cuenta de que su vida sólo había traído maldad, y sólo podía pensar en todas las personas a las que había ejecutado, en todas las personas alas que había herido, pero sobre todo en Verónica y Joaquín. Durante meses estuvo aterrorizado, haciéndose a la idea de que estaba condenado al Infierno por ello. Once meses después buscó la manera de hallarlos para pedirles perdón por todo.

El 7 de Octubre de 1990 Gabriel perdió la vida, una vida vacía, arriesgándola para salvar otras dos vidas mucho más importantes para él. Aunque Verónica nunca lo perdonó por lo que había hecho, Gabriel estaba feliz de haberles salvado.

Es imposible saber si fue destino o casualidad lo que pasó, o si tal vez fue Dios con sus misteriosas maneras de actuar. Lo que se sabe es que si Gabriel no hubiera enfermado ni se hubiera arrepentido no hubiese estado ahí en ese momento para hacer la única buena acción de su vida.

Luego de morir era su turno de ser juzgado. Hoy podría estar cumpliendo su condena en el Infierno o disfrutando del perdón de Dios en el Paraíso.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Iguales y Diferentes

Habría que ponerse a pensar y ponerse en lugar de un discriminado para entender la humillación, la soledad y el dolor a los cuales una persona “diferente” es sometida diariamente.



Quizás la única solución esta en uno mismo, en aprender a tolerar y en darnos cuenta de que los demás son más parecidos a nosotros de lo que nos imaginamos, no importa que no se compartan las ideas, ni la onda, ni el estilo, ni la personalidad, ni la forma de hablar, ni nada. Lo que importa es que por dentro somos todos iguales, todos podemos sangrar. Hay que aprender a vivir con las diferencias que se tienen y así, uno puede llegar darse cuenta de que el mundo puede ser un lugar mejor, puede dejar de ser un infierno y asemejarse un poco más a un paraíso.


P.D.: Cliqueen en la imagen para verla en grande.

sábado, 13 de febrero de 2010

Melancolía

Sentado en una silla frente a una computadora, escribiendo pensamientos. Sufriendo tal melancolía. Buscando dentro, muy dentro de mí qué sucedió con aquellos sueños y aquellos días donde nada era tan complicado: cuando las emociones eran simples y la felicidad se alcanzaba con la simpleza de un acto que logre la risa.

Sólo quiero saber dónde quedaron aquellos sueños, cuando despierto se podía llegar a ser feliz con un poco de imaginación. No hacía falta dormir para que nada sea imposible. No hacía falta saber demasiado para saber qué hay más allá del horizonte. Cuando las respuestas a preguntas complicadas eran simples. Cuando se era tan inconsciente de la realidad que se lograba ser feliz.

Aquellos sueños que andan perdidos por ahí, que los guarda un niño jugando a las escondidas en los recuerdos más enterrados de mi memoria. Ese niño se escondió al ver que la realidad era tan cruel. Escapó de lo que no quería ver llevándose los sueños que ya nunca podrán ser. A menos que algún día pueda encontrar a ese niño que llorando se escapó cuando crecí y lo abandoné con el tesoro más preciado que alguna vez pueda desenterrar.

Esas fantasías en las que no existía ni maldad, ni crueldad, ni hipocresía, ni tristeza. En los que el amor no hacía sufrir y la amistad verdadera era fácil de conseguir. En los que todo era simple y no costaba tanto entender un “porqué” si era tan fácil conformarse con respuestas simples. En esos sueños que estaban tan alejados de la verdad.

Una verdad tan fría, donde sólo se puede fingir ser otra persona y ocultar los más grandes sentimientos que hay en el corazón. Donde el engaño se volvió el arma más poderosa y la verdad es la cuerda más floja por la cual caminar. Donde la hipocresía gobierna hasta en los rincones más oscuros de los corazones. Donde la mentira es el mal más común. Donde ya nada es como solía serlo.

Creo en que algún día voy a encontrar al niño que solía ser para pedirle que me devuelva los sueños que no logré alcanzar por la ignorancia que me obliga a no cumplirlos y dejarlos en el olvido.

Me gustaría callar todo este oscuro sentimiento pero esta maldita melancolía y esos recuerdos tan felices, que ahora se vuelven tan deprimentes, no me dejan ocultar que ya no aguanto más estar acá. Ignorar y esconder lo que siento no sirve de nada si sólo logro ocultar quien soy. Quiero dejar que me conozcan, quiero dejar de fingir estar bien cuando en verdad sólo siento explotar. Quiero olvidar que esto es realidad y creer que pronto voy a despertar de este mal sueño, de esta pesadilla que no me deja reír al mostrarme que no hay salida. Quiero ser yo y que me acepten por serlo. Quiero comenzar a vivir para alcanzar esos sueños escondidos en el corazón de ese niño que no puedo encontrar. Jugamos un juego que no puedo ganar, que trato y trato y no puedo ganar. Sólo consigo esa sensación de perdedor que me atrapa cada vez más y no me deja ver. No me deja buscar a ese niño que esconde mis sueños. Quiero ser real.

Escrito en algún espacio temporal del 2005.

Sábado, 13 de Febrero de 2010:
Hoy, contento, puedo decir que ya lo he encontrado.


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viernes, 5 de febrero de 2010

Palabras de Aliento.

A veces nos falta valor suficiente para enfrentarnos y poder ayudar a alguien más, a veces el miedo nos paraliza y no nos deja lograr lo que tenemos que hacer, o en otros casos estamos tan asustados que ni siquiera nos animamos a salvarnos a nosotros mismos. ¿Cómo hacer para conseguir suficiente valor para saltar? ¿Cómo hacemos cuando ese valor parece imposible de alcanzar? ¿No hacemos nada? ¿Hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos? ¿Hacemos daño porque nos asusta la idea de ser derrotados?


Quizás es tiempo de dejar de esconderse o de hacer las cosas mal, tal vez es el momento de buscar ese valor y enfrentarnos a cualquier viento que nos quiera derrotar.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Cambio de Estación

Pasaba los días deseando estar en otro lugar,
sentado en su patio mirando las nubes flotar,
se debatía qué sería de él sino supiera amar,
pero no podía, quería tan sólo dejar de llorar,
cansado de ser, se levantó y comenzó a caminar.

Él sabía qué caminaba, pero se sentía correr,
y escapando de aquello que le daba miedo ser,
pero él ignoraba todo eso que debería saber,
que no importa realmente lo que creyó aprender,
lo importante es lo que uno mismo decide ser.

Intentaba no prestar atención a su alrededor,
a las calles rebozando de alegría y de amor,
a las fuertes imágenes que lo llenaban de dolor,
quería gritar pero tenía apagada su voz,
y entonces siguió y siguió caminando bajo el sol.

Luego la suerte le dijo que ya era suficiente por hoy,
y el destino lo sentó en aquel bar, en una mesa para dos,
guardó sus lentes, dejó de ver las cosas de un solo color,
de pronto sonó de fondo en aquel lugar una hermosa canción,
su radio de la vida parecía haber cambiado de estación.

Un atrapante, suave perfume llamó su atención,
giró su cabeza a la entrada y él allí la vió,
con esa atracción que le hizo latir el corazón,
se cruzaron sus miradas y ambos sintieron esa unión,
una perfecta sinfonía de música, aroma y emoción.

Ella se dirigió hacia donde él sentado estaba,
se acomodó en la mesa que junto a él se encontraba,
él la invito a sentarse en su mesa desolada,
ella aceptó alegremente de manera endulzada,
él sentía cómo por dentro todo se estrepitaba.

El dolor y la angustia que antes lo agobiaban,
ya eran sólo un recuerdo que él ignoraba,
sin darse cuenta veía como su vida cambiaba,
había encontrado el amor que tanto anhelaba,
y aparecía ahora una sonrisa que lo deslumbraba.


(Mil disculpas, ya sé que es malo, lo escribí hace años.)

viernes, 29 de enero de 2010

Crisis de Identidad


- ¿Quién sos?
- Soy vos.
- ¿Cómo podés ser yo?
- Estoy en vos, soy lo que sos cuando vos no estás.
- ¿Cuando no estoy? ¿Qué querés decir? Yo siempre estoy, yo siempre soy.
- Jaja. Perdoná, pero no, a veces te convertís en mí. ¿O no te da la sensación de que a veces perdés la noción del tiempo, que estás ausente? No me digas que es mentira que a veces te despertás con marcas que no te acordás como se hicieron. ¿En verdad pensás que lo soñabas? Jajaja.
- ¿Qué? No. No puede ser. ¿Quién sos? ¿Qué querés? Andate de acá. Vos no sos real.
- Estoy por ser más real de lo que sos vos.
- ¡Pará, dejame en paz! ¿Qué querés?
- ¿Qué quiero? Quiero volver a tener control sobre nuestro cuerpo, estoy cansado de quedarme sentado acá en sombras mientras vos, tan ingenuo, seguís intentando arreglar esta vida. El único que puede arreglar nuestros problemas soy yo, vos sos demasiado débil. ¿O te pensás que todo lo bueno que te está pasando es cuestión de suerte? ¡Qué chabón iluso! Jaja. Ya me cansé de tener el control de a ratos, y cuando lo tengo hacer que no te des cuenta de que existo. Pero ya está, ya fue, porque soy más fuerte que vos. Yo se como tener todo bajo control, incluso a vos. Es más, creo que dominarte a vos es el trabajo más fácil. Si algún día te hacés bastante fuerte voy a estar esperando tu revancha. Por ahora dejame solucionar nuestra vida. Es mi turno esta vez. Quedate mirando desde nuestras sombras.

martes, 19 de enero de 2010

It gives faith just to see what two people can be.

¿Existen las casualidades por el sólo hecho de suceder, sin alguna razon? ¿O son causalidades? Hechos que suceden por una razón determinada por el destino que les da el carácter de casual, con el objetivo de que tales sucesos sean más intensos, más emocionantes, más apasionantes y nosotros los llamamos casualidades, coincidencias, por no haber planificado su proceder.
"Lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido" entonces no existe la casualidad sin causalidad e irónicamente al tener causa no puede ser casual, todo viene de algo y se dirige hacia alguna parte, conoscamos o no su causa o su destino. Obviamente ésto sólo puede ser aceptado por quien crea en el destino, y volvemos a la vieja pregunta filosófica ¿el destino existe?No se puede comprobar, pero se puede creer y por hoy he decidido creer. Creer que todo tiene una razón aunque ignoremos cual sea. Creer que todo tiene un fin aunque desconozcamos cual es. Creer q hay una cadena de causa y efecto y que nada sucede por el simple hecho de suceder.



Y da fé sólo ver lo que dos personas pueden ser.

jueves, 26 de noviembre de 2009

La Última Salida

Le arden los ojos, le cuesta ver.
Todo brilla y todo se oscurece.
Un asfixiante olor a humo, a madera y papel qemado.
No logra alcanzar la puerta, las llamas le obstruyen el camino.
La ventana es muy alta, pero es la única oportunidad de respirar.
Cenizas en lo que solía ser su reluciente vestido.
Le cuesta respirar, aún estando próxima a ese cuadrado de aire.
El calor se aproxima, la temperatura se torna insoportable.
Miedo, desesperación, valentía, dolor.
La única salida, la tuvo que tomar, ya no lo podía soportar.
Cada vez más cerca a su ventana, cada vez más cerca de la salida.
Ya no había esperanzaa, no había otra cosa por hacer.
Dió el último salto, se impulsó con todas sus fuerzas.
Sentía agua, sentía la lluvia.
Sentía el viento, respiraba aire, y no el espeso humo.
Veía luces pasar a toda velocidad.
Veía recuerdos, memorias, momentos.
Veía su vida.

Y llegó el momento, llegó al lugar.
Chocó, impactó.
Ya no quedaba nada, todo se esfumó.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Los Atardeceres Olvidados

Pasaron 25 años desde la ultima vez que vió un atardecer. Hace tiempo que Santiago intenta recordar como lucen, pero ya se han borrado de su memoria. Las imágenes de ese último atardecer se ven ya difusas en su fría celda sin ventanas. Lo que más le dolía de su condena era no volver a ver aquellos atardeceres relucientes que tanto le hacían recordar a Clara. Esos atardeceres que compartía junto a ella, mientras le susurraba un "Te amo" al oído.

Y justamente fue en uno de esos atardeceres cuando decidió cometer los pecados que ahora lo privan de su libertad. De todas formas debe destacarse que nunca se ha arrepentido, ni una vez.

Sí, en uno de esos atardeceres fue. Pero en uno de los que admiraba en soledad una vez que Clara ya no estaba. Miraba hacia el cielo y le hablaba con la esperanza de que ella pudiese escucharlo. Y al terminar cada atardecer secaba sus lágrimas preguntándose por qué. ¿Por qué tuvieron que tomar su vida? Y luego no podía evitar recordar esos momentos tan horribles.

Pensaba en cuando entró a su habitación luego del trabajo y allí estaba ella: su cuerpo desnudo y herido como arrojado sobre la cama, cuyas sabanas estaban revueltas, desgarradas y empapadas en sangre. Pensaba en el momento en que intento levantarla del suelo y al notar que la gravedad llevaba todo su cuerpo hacia abajo se dió cuenta de que estaba muerta. Pensaba en sus lágrimas que caían sobre su pecho para luego racorrer sus curvas limpiando el sudor y la sangre que ya habían secado.

También pensaba en los culpables. Lo bastardos. Y pensando en ellos fue que tomó la decisión de pecar, de vengar a Clara. No le interesaba la justicia que la sociedad pudiese impartir, le interesaba su propia justicia. Podía estar bien o mal. No le importaba. Estaba dispuesto a aceptar la consecuencias.

Y así fue, entonces, que llegó a la celda donde hoy está: los buscó, los encontró, los mató. Y no se arrepiente de ello, excepto, claro está, por no poder ver sus atardeceres.

Y tirado en el duro suelo de su celda cierra los ojos para intentar una vez más recordar. Y de repente comienza a visualizar cómo eran. Con sus diferentes tonos de naranja y amarillo y aquellos rojos que le dan un toque de pasión, mientras van aumentando los azules al otro lado del sol. Los recuerda en todo su esplendor. Y como un acto de magia deja de ser un recuerdo y se vuelve realidad. Ya puede sentir la mezcla entre el calor del sol y el fresco de la brisa en su cara. Ya puede sentir el aroma que tiene la puesta del sol. Y aún más emocionante que el propio atardecer, puede sentir el cuerpo de Clara. Su calor, su olor, su belleza.

De esta manera se siente una vez más feliz y decide no volver a abrir sus ojos jamás.

Dejando Los Cables Dormir

Dejando Los Cables Dormir
Sometimes we have to let the cables sleep.