Pasaron 25 años desde la ultima vez que vió un atardecer. Hace tiempo que Santiago intenta recordar como lucen, pero ya se han borrado de su memoria. Las imágenes de ese último atardecer se ven ya difusas en su fría celda sin ventanas. Lo que más le dolía de su condena era no volver a ver aquellos atardeceres relucientes que tanto le hacían recordar a Clara. Esos atardeceres que compartía junto a ella, mientras le susurraba un "Te amo" al oído.
Y justamente fue en uno de esos atardeceres cuando decidió cometer los pecados que ahora lo privan de su libertad. De todas formas debe destacarse que nunca se ha arrepentido, ni una vez.
Sí, en uno de esos atardeceres fue. Pero en uno de los que admiraba en soledad una vez que Clara ya no estaba. Miraba hacia el cielo y le hablaba con la esperanza de que ella pudiese escucharlo. Y al terminar cada atardecer secaba sus lágrimas preguntándose por qué. ¿Por qué tuvieron que tomar su vida? Y luego no podía evitar recordar esos momentos tan horribles.
Pensaba en cuando entró a su habitación luego del trabajo y allí estaba ella: su cuerpo desnudo y herido como arrojado sobre la cama, cuyas sabanas estaban revueltas, desgarradas y empapadas en sangre. Pensaba en el momento en que intento levantarla del suelo y al notar que la gravedad llevaba todo su cuerpo hacia abajo se dió cuenta de que estaba muerta. Pensaba en sus lágrimas que caían sobre su pecho para luego racorrer sus curvas limpiando el sudor y la sangre que ya habían secado.
También pensaba en los culpables. Lo bastardos. Y pensando en ellos fue que tomó la decisión de pecar, de vengar a Clara. No le interesaba la justicia que la sociedad pudiese impartir, le interesaba su propia justicia. Podía estar bien o mal. No le importaba. Estaba dispuesto a aceptar la consecuencias.
Y así fue, entonces, que llegó a la celda donde hoy está: los buscó, los encontró, los mató. Y no se arrepiente de ello, excepto, claro está, por no poder ver sus atardeceres.
Y tirado en el duro suelo de su celda cierra los ojos para intentar una vez más recordar. Y de repente comienza a visualizar cómo eran. Con sus diferentes tonos de naranja y amarillo y aquellos rojos que le dan un toque de pasión, mientras van aumentando los azules al otro lado del sol. Los recuerda en todo su esplendor. Y como un acto de magia deja de ser un recuerdo y se vuelve realidad. Ya puede sentir la mezcla entre el calor del sol y el fresco de la brisa en su cara. Ya puede sentir el aroma que tiene la puesta del sol. Y aún más emocionante que el propio atardecer, puede sentir el cuerpo de Clara. Su calor, su olor, su belleza.
De esta manera se siente una vez más feliz y decide no volver a abrir sus ojos jamás.
Boludo, te ponés a escribir de la nada y mirá lo que te sale, quiero ser como vos cuando crezca :P jaja.
ResponderEliminar:)
Bonito, pero muy triste...
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