Cada vez menos palabras, cada vez más hojas en blanco. No sabe si tiene la mente en blanco o con muchos temas dando vueltas y vueltas, cada vez más borrosos. Mil lágrimas cayendo y duda cual secar primero. Dudas o falta de voluntad, ya ni sabe lo que es, ni quiere saber. Su habitación se agranda, pero el espacio es cada vez más pequeño. ¿Alguna vez sentiste asfixiarte mientras veías como el mundo se hacía cada vez más imposible? Yo sí. Disculpen, él sí.
Su mente ya no está en blanco, pero es todo muy confuso. Mil cosas pasando a la vez ante sus ojos. Los fracasos, la decisiones incorrectas, los secretos. Ver el asco en la cara de su padre si supiese lo que él es. El rechazo de sus amigos y las miradas de la gente si pudiesen verlo sin disfraz. Y siente una vergüenza que nadie debería sentir siemplemente por ser lo que se es. Siente asco.
Y de repente se le ocurre una idea, macabra, pero una solución a sus problemas: dejarlo todo a la suerte. Plan uno: enfrentar todo y a todos, pase lo que pase. Plan dos: que el plomo se encargue de las miserias.
Si siempre toma malas decisiones lo más sabio sería dejar de decidir, el azar puede hacerlo por él.
Toma el revólver S&W que su padre guarda en el cajón de las medias y vuelve a su habitación. Saca 5 balas del barrilete de 6, lo gira y lo vuelve a cerrar. Se sienta en el piso contra la pared y apoya el revólver en el suelo. Ruleta rusa. Un disparo a la pared, otro a su cabeza. Toma el revólver y lo hace girar. Gira y gira hasta que el cañón se detiene en él. El primer disparo a su cabeza, el siguiente a la pared, y así.
Apunta a su cabeza. Respira hondo. Dudas y miedos. Aprieta el gatillo. Click. Nada.
Apunta a la pared. Después tendría que explicar por qué había un hueco en la pared. Click. Nada.
Apunta a su cabeza. Le tiembla el pulso. Respira agitado. Cierra los ojos. Click. Nada.
Apunta a la pared. Esta vez con más convicción. Aprieta. Click. Nada.
Sólo quedan dos balas. Llega el momento definitivo: vivir o morir. Enfrentarse a todo o rendirse. Esta vez apunta al corazón, ese maldito corazón. Cierra los ojos. Aprieta los dientes. El corazón le late fuerte y rápido. Tiembla. Su pecho se agita. Una lágrima. Es ahora. Bang. Nada más. Ahora su mente sí está en blanco.
Dejar todo a la suerte puede ser un juego peligroso.
Mmmmm... Estoy de acuerdo con la conclusión.. Así es! Y gracias por tu comentario, Chanito =)
ResponderEliminarNo es bueno confiar ciegamente en la suerte, tal vez pueda jugarnos una mala pasada...
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