Le arden los ojos, le cuesta ver.
Todo brilla y todo se oscurece.
Un asfixiante olor a humo, a madera y papel qemado.
No logra alcanzar la puerta, las llamas le obstruyen el camino.
La ventana es muy alta, pero es la única oportunidad de respirar.
Cenizas en lo que solía ser su reluciente vestido.
Le cuesta respirar, aún estando próxima a ese cuadrado de aire.
El calor se aproxima, la temperatura se torna insoportable.
Miedo, desesperación, valentía, dolor.
La única salida, la tuvo que tomar, ya no lo podía soportar.
Cada vez más cerca a su ventana, cada vez más cerca de la salida.
Ya no había esperanzaa, no había otra cosa por hacer.
Dió el último salto, se impulsó con todas sus fuerzas.
Sentía agua, sentía la lluvia.
Sentía el viento, respiraba aire, y no el espeso humo.
Veía luces pasar a toda velocidad.Veía recuerdos, memorias, momentos.
Veía su vida.
Y llegó el momento, llegó al lugar.
Chocó, impactó.
Ya no quedaba nada, todo se esfumó.
jueves, 26 de noviembre de 2009
jueves, 12 de noviembre de 2009
Nunca Más
Si cada hora vino con su muerte, si el tiempo es una cueva de ladrones, los aires ya no son tan Buenos Aires, la vida es nada mas que un blanco movil, usted preguntará por qué cantamos. Si los nuestros quedaron sin abrazos, la patria casi muerta de tristeza y el corazon del hombre se hizo añicos antes de que estallara la verguenza, usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque el rio esta sonando y cuando suena el rio suena el rio.
Cantamos porque el rio esta sonando y cuando suena el rio suena el rio.
Cantamos porque el cruel no tiene nombre y en cambio tiene nombre su destino
Cantamos porque el niño y porque todo, y porque algún futuro y porque el pueblo, cantamos porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos.
Si fuimos lejos como un horizonte, si aqui quedaron arboles y cielo, si cada noche siempre era una ausencia y cada despertar un desencuentro, usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la cancion se haga ceniza.
Cantamos porque el niño y porque todo, y porque algún futuro y porque el pueblo, cantamos porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos.
Si fuimos lejos como un horizonte, si aqui quedaron arboles y cielo, si cada noche siempre era una ausencia y cada despertar un desencuentro, usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la cancion se haga ceniza.
Cantamos porque el grito no es bastante y no es bastante el llanto ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera, y porque en este tallo en aquel fruto cada pregunta tiene su respuesta.
Cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera, y porque en este tallo en aquel fruto cada pregunta tiene su respuesta.
viernes, 6 de noviembre de 2009
Los Atardeceres Olvidados
Pasaron 25 años desde la ultima vez que vió un atardecer. Hace tiempo que Santiago intenta recordar como lucen, pero ya se han borrado de su memoria. Las imágenes de ese último atardecer se ven ya difusas en su fría celda sin ventanas. Lo que más le dolía de su condena era no volver a ver aquellos atardeceres relucientes que tanto le hacían recordar a Clara. Esos atardeceres que compartía junto a ella, mientras le susurraba un "Te amo" al oído.
Y justamente fue en uno de esos atardeceres cuando decidió cometer los pecados que ahora lo privan de su libertad. De todas formas debe destacarse que nunca se ha arrepentido, ni una vez.
Sí, en uno de esos atardeceres fue. Pero en uno de los que admiraba en soledad una vez que Clara ya no estaba. Miraba hacia el cielo y le hablaba con la esperanza de que ella pudiese escucharlo. Y al terminar cada atardecer secaba sus lágrimas preguntándose por qué. ¿Por qué tuvieron que tomar su vida? Y luego no podía evitar recordar esos momentos tan horribles.
Pensaba en cuando entró a su habitación luego del trabajo y allí estaba ella: su cuerpo desnudo y herido como arrojado sobre la cama, cuyas sabanas estaban revueltas, desgarradas y empapadas en sangre. Pensaba en el momento en que intento levantarla del suelo y al notar que la gravedad llevaba todo su cuerpo hacia abajo se dió cuenta de que estaba muerta. Pensaba en sus lágrimas que caían sobre su pecho para luego racorrer sus curvas limpiando el sudor y la sangre que ya habían secado.
También pensaba en los culpables. Lo bastardos. Y pensando en ellos fue que tomó la decisión de pecar, de vengar a Clara. No le interesaba la justicia que la sociedad pudiese impartir, le interesaba su propia justicia. Podía estar bien o mal. No le importaba. Estaba dispuesto a aceptar la consecuencias.
Y así fue, entonces, que llegó a la celda donde hoy está: los buscó, los encontró, los mató. Y no se arrepiente de ello, excepto, claro está, por no poder ver sus atardeceres.
Y tirado en el duro suelo de su celda cierra los ojos para intentar una vez más recordar. Y de repente comienza a visualizar cómo eran. Con sus diferentes tonos de naranja y amarillo y aquellos rojos que le dan un toque de pasión, mientras van aumentando los azules al otro lado del sol. Los recuerda en todo su esplendor. Y como un acto de magia deja de ser un recuerdo y se vuelve realidad. Ya puede sentir la mezcla entre el calor del sol y el fresco de la brisa en su cara. Ya puede sentir el aroma que tiene la puesta del sol. Y aún más emocionante que el propio atardecer, puede sentir el cuerpo de Clara. Su calor, su olor, su belleza.
De esta manera se siente una vez más feliz y decide no volver a abrir sus ojos jamás.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Mil Ilusiones
¿Por qué forzar la realidad obligándote a creer en la posibilidad de la existencia de la normalidad? Si al final nadie puede asegurar que el final en sí es ser feliz y que eso es ser normal. Donde nadie puede imaginar se enjuicia el miedo a conocer, a parecer de otro lugar.
¿Quién necesita ser normal donde ya nadie es real? Mil ilusiones que parecen ser fatalidad. ¿Y dónde esta la verdad cuando lo cotidiano empieza a ser tan surreal?
Y sin buscarme pude encontrar la miseria al conocerme en la disconformidad de aquel que anhela llegar a ese algo más. Y es normal que parezca anormal, que ese algo ahí me hará feliz aun siendo irreal porque nadie quiere imaginar. Se enjuicia el miedo a conocer, a parecer de otro lugar.
¿Quién necesita ser normal donde ya nadie es real? Mil ilusiones que parecen ser fatalidad. ¿Y dónde esta la verdad cuando lo cotidiano empieza a ser tan surreal?
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